sábado, 10 de abril de 2010


Recuerdo verte desnuda, tibia. Te dije bésame y obedeciste. Te ordene amarme y sin reparo alguno fue así. Fuimos amigos, novios, hombre, mujer, amantes, crédulos, creyentes del uno y del otro y todos los papeles vulgares que se representan en la cama y fuera de ella. Fuimos corteses, amables, nos pedíamos besos, caricias, amor, decíamos tímidamente: por favor. Nos disculpábamos cuando nos los robábamos y nos ofendíamos por tomarlos. Fuimos Inocentes, decentes, perversos y culpables. De los pecados más culposos. Tomando tus mejillas en mis manos te exoneraba cada noche, cada tarde, durante el alba. Jugábamos a la arpía y al marino, encantabas mi oído, mi razón. Pasaron días, meses, semanas… Te volví a ordenar que me amaras un día. Te marchaste…

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